Desde hace rato en el servicio de Neonatología del Hospital Provincial General Docente Antonio Luaces Iraola de Ciego de Ávila no hay días normales. Hace meses que los ingresos diarios mantienen las capacidades a tope y a 24 horas de guardia le siguen otras tantas evaluando el mejor antibiótico o la vía ideal de alimentación ─una sonda nasogástrica o gotas de leche con una jeringuilla─ para bebés que apenas rebasan los 900 gramos.

Salvar es la premisa de un equipo que no pega ojo hasta que la evolución de los pequeños es favorable y que sufre en carne propia cada una de las pérdidas. Sin embargo, en lo que va de 2022, las cifras les han devuelto consuelo y alegría, tanto que ya son referencia a nivel nacional, cuando se habla del tratamiento y la supervivencia de niños menores de 1500 gramos y ventilados.

Según las estadísticas, alrededor del 99 por ciento de los bebés vuelve a los brazos de sus madres, aunque Ladisbel Rodríguez Placeres, jefa del Servicio de Neonatología, no se regodea en estos números porque muestran, a la larga, una elevada morbilidad y riesgos exponenciales, derivados de partos pretérmino, del crecimiento intrauterino retardado (CIUR) y del bajo peso al nacer.

En algunos casos la coincidencia de estos factores, o sea, pequeños prematuros con un diagnóstico de CIUR, complejiza las acciones y compromete su evolución, sobre todo, porque sus órganos no han madurado lo suficiente. De hecho, esto es lo que ha motivado cambios en las prácticas y protocolos, que ya rinden frutos.

“Aplicamos la estrategia de la menor intervención posible sobre el recién nacido. Evitamos la alimentación por sonda y en su lugar hemos introducido pequeñas gotas de leche a través de jeringuillas. Tratamos de llevarlos a la lactancia materna exclusiva lo más rápido posible y mantenemos el cangureo por su efectividad. Los movemos poco y permanecen en cubículos con condiciones especiales, sobre todo, de luz y silencio. Tenemos que salvarlos y garantizar que queden en buenas condiciones neurológicas para garantizar su desarrollo pleno”.

Prestan atención, también, a la clasificación del CIUR antes de tomar las decisiones médicas, la cual puede ser grado uno, dos, tres y cuatro, siendo este último un bebé más dañado para recibirlo en la vía extrauterina. Por eso, no hay reglas fijas, la atención a cada caso es personalizada y es imprescindible el trabajo en equipo.

En la experiencia de Ladisbel, ninguno de los fenómenos que hoy están determinando una alta morbilidad entre los recién nacidos son exclusivos de Cuba, aunque en Ciego de Ávila en los últimos años han sido sostenidos. Más de 48 ingresos, solo en el mes de septiembre, enciende la alarma y pone en contexto las complejidades de la atención.

Los datos que aporta Alberto Moronta Enrique, director del Antonio Luaces Iraola, siguen la misma línea de argumentación e ilustran una disminución de más de 1000 nacimientos hasta la fecha y de 119 niños bajo peso acogidos en la institución, lo cual, de cara al cierre del año y a la cantidad de alumbramientos pendientes, tensa cualquier pronóstico.

Ya sabemos que, con un descenso de los nacimientos, aun cuando se reportan 14 fallecidos menos en comparación con 2021, será difícil que la tasa de mortalidad infantil de la provincia baje de 6.23 por cada mil nacidos vivos hasta el propósito de cuatro, aspiración del país para este año.

No obstante, 2022 ha mostrado un camino más recto para el Programa de Atención Materno Infantil y comienzan a despejarse algunas de las variables de la asistencia médica. La lógica indica que deberían ser menos los niños que llegan al servicio de Neonatología, pero, si a pesar de los números en exceso y de las carencias, la supervivencia es alta, la pelea por la vida sigue intacta.